Berlín, Enero 2013.
Si la memoria no me falla, fue el año en el que jugamos en el equipo Sub-21 (también llamado Submultiusos) del CB Coslada. Con el gran Patxi Ortiz de entrenador y toda una generación de amigos que se reunían un año más para disfrutar de nuestro deporte.
Si la memoria no me falla, fue el año en el que jugamos en el equipo Sub-21 (también llamado Submultiusos) del CB Coslada. Con el gran Patxi Ortiz de entrenador y toda una generación de amigos que se reunían un año más para disfrutar de nuestro deporte.
Una tarde, así, de
repente, se presentó ante nosotros un jugador que quería probar suerte en el
equipo. Venía de Francia y tenía un nombre que, ahora sí, mi memoria no me
permite transmitir. Nosotros, cariñosamente, le llamábamos Pepe.
Pepe, aparte de ser un
gran jugador, era un excelente compañero; aunque conversar, lo que se dice ser
un poseedor nato del arte de la conversación, no era. Estoy convencido de que
en francés tendría temas recurrentes para dar y tomar, y, probablemente, hasta
sabía unos chistes cojonudos… pero en español, nuestro amigo no contaba con las
armas lingüísticas suficientes.
No obstante, él venía,
jugaba, se lo pasaba en grande, y disfrutaba con el equipo (incluso nos
deleitaba con la presencia de ‘chatis’ amigas suyas en los partidos).
Cuánto me acordé de él
hace un par de años, cuando, con mi inglés de ‘Jelou’ y ‘Gudbai’, me aventuré a
probar fortuna en un equipo escocés de lo que ellos llamaban basket.
El jueves pasado Pepe
Fábregas volvió a pasearse por mis pensamientos.
Allí estaba yo, a las 8
de una fría tarde en Berlín, buscando en el Smartphone la calle correcta, y
aflojándome la bufanda en un claro gesto de impaciencia; horas atrás había
concertado una cita para entrenar en el TuS de Neukölln, equipo de baloncesto
de la ciudad.
Tras seguir a un tipo
alto (cuántas veces hemos hecho eso cuando no encontramos el pabellón?),
alcancé mi objetivo.
‘Hallo, ich bin Javi… Ich
suche fur Janis Kluge…’
Como ya pasó en mi
primera aventura británica, mi nueva vida, esta vez en Alemania, no podía
empezar de otra forma: jugando al basket!
Es curioso como, según
pasan los años, aprendes un par de cosas que, al final, se convierten en
afirmaciones rotundas; si deseas algo con fuerza, lo más probable es que acabe
sucediendo tal y como lo esperas, y, cuando amas algo hasta el punto de
mimetizarte con ello, no importa dónde o cómo, siempre se convertirá en algo
familiar, cercano, agradable.
Baloncesto. Algo tan
simple y que implica tantísimas cosas, emociones, recuerdos… poco importa que
seas nuevo, que tengas miedo, que no puedas ni siquiera expresarte, siempre
serás ayudado por un balón y un aro, los cuales te cogerán de la mano y te
guiarán a su propio mundo, donde te sientes cómodo, relajado, feliz.
Así me sentí yo, como si
hubiese estado jugando durante años con aquellos 9 alemanes, corriendo,
sudando, gritando…disfrutando del basket, que, una vez más, me ayuda cuando más
lo necesito.
Gracias a él y a nuestro
amigo Pepe, que me acompañaba mentalmente recordándome que, en una ocasión, yo
estuve en el lado opuesto, y me comporté exactamente igual, como un JUGADOR.
Ich liebe dieses Spiel!
Javi.