lunes, 29 de noviembre de 2010

Año 0. Día 105. Madrid.

BAJO PRESIÓN

Historia de lo que transmitimos. El título de este pequeño escrito viene dado en homenaje a un gran entrenador, y una gran persona, cuya vocación es transmitir valores a pequeñas jugadoras faltas en muchos casos de estos detalles educacionales, y que intenta demostrar día a día a todos que el baloncesto sirve para algo más que para entrenar un “pasar y cortar”. Él se hace preguntas como estas, y él me regaló un libro una vez con este mismo título.

Fue una mañana muy curiosa. Cuando llegué a la pista para ayudar al árbitro del encuentro haciendo la mesa correspondiente vi que iba a ser un partido entretenido. Como siempre vamos a entrar en situación, y seguidamente os cuento mis inquietudes después de aquél día.

Partido entre equipos benjamines a las 9.30 de la mañana. Dos entrenadores muy distintos cada uno con su equipo en la charla pre-partido. Un chico joven y con mucho entusiasmo a mi izquierda, y un señor no tan joven con el mismo entusiasmo a mi derecha. Las charlas fueron para haberlas grabado. El de mi derecha apelaba al resultado del anterior partido contra ese mismo equipo. Pues si ganaron en aquella ocasión, lo mismo habría de pasar sin duda esta vez. El de mi izquierda intentaba enseñarles que la forma de ganar el partido era hacer las cosas que ellos sabían, como ellos sabían, y no de otra manera que pudiera resultar distinta o si quiera parecida a la que ellos sabían. Revelador.   Comienza el encuentro. Niños de 8 y 9 años a las 9.30 de la mañana con papás y mamás y entrenadores gritando a pie de pista. 0 – 0 al final del primer tiempo. Broncas infernales. Recuerdo palabras de los entrenadores tales como “decepción”; “vagos”; “inutilidad”; “¿salgo yo a jugar?”; y algunas cosas más que mi cerebro aún coherente a mi edad ha eliminado rápidamente.

Entonces, me vinieron a la mente algunas preguntas que otras veces ya se han pasado sobrevolando este espacio que ocupo… ¿Somos conscientes, entrenadores, padres, hermanos, aficionados… de lo que transmitimos a los niños y niñas pequeños que juegan al baloncesto? ¿Somos conscientes del porqué estamos transmitiendo eso que decimos, y de la importancia real que tiene? ¿Somos conscientes del porqué el niño está jugando ahí, a las 9.30 de la mañana, y de lo que él querría escuchar?

Cuando gritamos a un niño, ¿sabemos si él entiende el porqué? Y ese porqué, ¿tiene un valor importante para el niño, que justifique el grito, la mala cara, o incluso el mal gesto? ¡No seamos ingenuos! He visto chicos y chicas capaces de reproducir cada gesto, incluso aunque sea un gesto inconsciente, que hace su entrenador…

 En mi pensamiento aparecen estas opciones: A veces sí y el entrenador lo sabe tras planteárselo después. A veces sí y el entrenador ni se lo plantea porque es muy consciente de los valores que quiere transmitir. A veces no y el entrenador se da cuenta después tras haber reflexionado. Y muchas veces no, y el entrenador no solo no se lo plantea, sino que está muy a gusto con ese trato, o piensa que es el único posible.

 ¿Alguien alguna vez ha llegado a tu entrenamiento, ha esperado a que acabes, y te ha preguntado: tus jugadores saben lo que quieres transmitirles? Quizá es la pregunta que muchos necesitan, simplemente para empezar a reflexionar. Ahora comience a entenderse la palabra “entrenador” como padre, madre, hermano, o incluso amigo, y quizá pueda verse esta situación de “entrenamiento” fuera del deporte. Porque entrenamiento lo es todo en la vida. Nuestros padres nunca dejan de entrenarnos en la ropa que debemos ponernos, o nuestros amigos en la vertiente política que debemos considerar al hablar con ellos. Pero con los niños… que están “aprendiendo a entrenar” en todo… ¿cómo deberíamos actuar?

Por supuesto que hay casos maravillosos: he visto padres que tratan a sus hijos cada día como si fuese el primero, que les miran cada vez con brillo en los ojos. Que les preguntan y les hacen pensar, que les tratan con respeto y educación como si el dar ejemplo fuese la mejor manera de enseñar esos valores que cada uno tiene y que queremos inculcar. He visto amigos que te tratan como si fueses una parte más de ellos mismos. Y he visto entrenadores que consiguen que jugadoras les miren como si las palabras que están diciendo fuesen a cambiarles la vida al instante. Repito, casos maravillosos.

Cada día me pregunto si lo que les digo, es como ellos querrían escucharlo. Y cada día me repito que nunca he de dejar de preguntármelo. El día que deje de hacerlo, dejaré de entrenar, pues la ilusión se habrá ido.

Termino con las palabras de una preciosa canción de Serrat, en la que dice: “… Cargan con nuestros dioses, y nuestro idioma, nuestro rencores y nuestro porvenir …  Nos empeñamos en dirigir sus vidas, sin saber el oficio y sin vocación, les vamos transmitiendo nuestras frustraciones …”

De nuevo, “basketball as a way”.


miércoles, 17 de noviembre de 2010

Año 0. Día 118. Edinburgh

Desayuno escocés.

Venga va, vamos a escribir un poco en el blog, que desde que Charli se pone Cervantino, lo he dejado un poco de lado.

La primera semana que llegué a Edinburgh, comí, junto a mi amigo Alex, un desayuno 100% escocés; ¿en qué consistía?, pues en algo así ligerito, para aguantar el día de la forma más saludable y activa posible; vaya que la chica del anuncio de 'Special K' se sentiría orgullosa de mis hábitos alimenticios. A saber: 2 salchichotas de estas que parecen más chorizo que salchicha y salchichonaco de ese gordo más que chorizo; judías blancas (con lo que me molan...), bacon (obviously), un par de huevos (que era la frase que repetía yo a cada bocado) una especie extraña de morcilla y no sé qué más! (todo ello con un tecito para que pase :) ).

Ese día descubrí dos cosas: que estaba en un país de machos de pelo (aunque pelirrojo) en pecho, y que virgencita qué sería de mí con esa dieta dentro de dos meses (sigo con un cuerpo perfecto, no os preocupéis XD).

La agradable experiencia desayunil sobrevoló again en mi cabeza la semana pasada, en el entrenamiento de los Peregrines (AUH! AUH!).
Miércoles a las 19.00 y sólo somos 6...mal rollito, nos augura un entrenamiento, cuanto menos, extraño. Acostumbrado a un tipo de entrenamiento más para infantiles que para senior (que si entraditas, contraataques, manejo de balón...) mis dudas se tornaban ahora en saber qué decisión tomaría el míster con 6 hombres en cancha: ¿trabajaríamos en 5c0 la táctica colectiva? ¿sería un 3c3 para reforzar fundamentos colectivos de cara a una posible jugada? ¿o realizaría ejercicios motivantes y originales, como nos enseñó el gran Josep Bordas en entrenamientos con 6 jugadores?
Os cuento...

Primeros ejercicios de carrera continua blablabla...más o menos asimilable...a continuación: 3c3 toda cancha a 10 puntos; perdedores 2 HP. Al acabar, otro 3c3 toda cancha, eh! ahora sólo 5 puntitos venga... perdedores 2 HP (try to guess who was the loser...). Después, 'circuitito': flexiones, desplazamiento defensivo, fuerza, comba, salto.... estaciones de ¡1 minuto!. Ojo, cuando terminamos eso...otra vez, pero sólo 30 segundos... :)
Y, para finalizar, 3c3 medio campo con sus consecuentes HOSTIONES como panes...

Terminé con el entrenamiento y con parte de mi vida pensando qué bien me hubiese venido comer un 100% Scottish breakfast antes del 100% Scottish training...acojonante :D
¿El equipo?, lógicamente va último de la clasificación...jaja me meo. Pero bueno la gente es mu salaeta hombre.

Hoy tengo entrenamiento nuevamente, así que me voy a hacerme unos macarronacos con one hundred salchichas a ver qué pasa!

Saludos gentezuela!!
Javi.

PS: aquí os dejo un vídeo de Carlos y yo una de esas tardes en el Cerro después de entrenar:

martes, 16 de noviembre de 2010

Año 0. Día 91. Madrid.

Hola de nuevo a todos nuestros enormes seguidores. 
Vamos a contar una más. La situación se presenta en un partido de baloncesto, pero a quién le plazca puede servirle como extrapolación (como siempre) a lo que viene siendo la vida misma. Pues esto se titula por algo, “Basketball as a Way”.

Resulta que este año me ha tocado lidiar con la mayor panda de jugones que jamás había visto juntarse antes en un mismo equipo. Claro, aquí en mi nuevo trabajo los de azul se las vienen gastando así desde hace mucho tiempo, pero este tema mejor lo abordamos otro día para gusto de alguno de nuestros seguidores. El caso es que hay una mezcla de chicos muy buenos técnicamente, con otros que no lo son tanto. Estos que no lo son tanto están en el equipo porque se piensa que midiendo 3 metros como miden, algún día podrán ser incluso mejores que los anteriores. Ya se sabe, en el baloncesto la altura lo es todo, ¿no? (Aquí debo hacer un breve recordatorio a un gran entrenador que tuve, cuyos valores aún nadan por mi interior, y que solía decir que en el baloncesto como en la vida, hay una cosa que empieza por “T”, que es la más importante para todo, y no, no es Tamaño, sino Talento).

Esta mezcla me lleva a una reflexión sobre el “modus operandi” de cada persona dentro de un grupo. Esto es, el comportamiento que una persona ofrece a los que le rodean dependiendo de esto mismo, de quiénes y de qué cualidades tengan estos mismos que le rodean. Y por supuesto, a qué se esté dedicando el grupo al que perteneces. ¿De qué más cosas depende este comportamiento?
Entramos en el caso exacto:
Un auténtico jugón, el base del equipo, un chico que es un año menor que todos sus compañeros y dos años menor que todos sus rivales. Pero es el mejor, el que más juega, el que “se las juega”. Su personalidad dentro de este grupo: nefasta, con actitud de querer mejorar, pero nefasta. Su comunicación con los demás es altiva y egocéntrica. No voy a extenderme mucho más.

Un chico de 14 años con mucho futuro, muy muy alto, se mueve bien, mejora todos los días, Actitud e intensidad 11 sobre 10. Pero es inseguro, le cuesta asumir responsabilidades, se pone nervioso ante los fallos.
Estas dos criaturas coinciden en la pista en el 3er cuarto, partido muy apretado contra el mejor rival del grupo. Nervios a flor de piel. Ellos anotan en contraataque. Saca de fondo mi amigo el trabajador y se mueve para recibir mi amigo el jugón. Ellos presionan, hacen dudar a nuestro sacador, nos la roban, canasta fácil. El jugón se irrita y así se lo hace ver a su compañero el que ha sacado. Este último se pone aún más nervioso, y le toca volver a sacar. ¿Qué ocurre? Por supuesto, mala comunicación, nos la roban, canasta fácil. Bronca del jugón a mi amigo el trabajador. Bronca gorda, fuerte, demasiado. ¿Siguiente situación?...
Bien, de esta situación he sacado a posteriori varias ideas importantes, a mi parecer. El hecho de que existan dos personalidades tan dispares dentro del mismo equipo, y que tengan que aprender a convivir y a sacar el máximo beneficio de su interacción.

La idea de cómo no repetir jamás esa situación, a la vez de cómo intentamos arreglarlo lo más rápido posible y de qué forma.
Por último, el porqué formo parte de un equipo, el cómo cada jugador es importante y puede hacer algo positivo por su equipo.
Si un jugador puede interiorizar la lectura de algún aspecto táctico, ¿por qué no va a poder interiorizar la lectura de aspectos emocionales? Sobre todo si estos le llevan a tener éxito en sus acciones con mayor frecuencia.

Para la situación anterior, podríamos explicarle al jugador que tiene que subir algún escalón más. En el primer escalón los compañeros ante el error se echan la bronca, discuten sobre la acción pasada. En el segundo escalón quizá estos compañeros simplemente hablen sobre cómo solucionarlo en el futuro, se choquen la mano y no le den mayor importancia al error. Un gran avance. Pero, ¿quién llega a ese tercer escalón? En el que los jugadores ni si quiera se miran tras el error, sabedores de que pensar en cualquier acción errónea y pasada y es el mayor fallo que se puede cometer. Hay que pensar en cómo solucionarla, nada más. La interacción es aprendida y en este caso debería ser invisible. No hay dolor. Ni cura, por supuesto.

Es un reto y a la vez una motivación que el deporte sirva para mejorar nuestros recursos sociales, y emocionales. Y claro que a veces estos hacen más por el éxito que los recursos técnicos o tácticos, ¿no deberíamos prestarles más atención? ¿no deberíamos entrenarlos?

Todo es un medio. 

jueves, 4 de noviembre de 2010

Año 0. Día 79. Madrid.

Para contrarrestar un poco la crónica alegre y humorística de mi compy, vamos a escribir algo un poco más profundo:
Nuevos sueños han ido llenando el hueco del cambio durante estos tres meses. La decisión fue acertada en todos los aspectos, y quizá la mejor lección es que siempre es un acierto equivocarse, aun sabiendo que a veces incluso puedes acertar, y eso ya es todo un progreso hacia lo que llaman realización.
Todo comienza un día de sol en Madrid, durante el medio día. Me presentan en mi nuevo “trabajo”. Los miedos y las dudas se apoderan de mi, y entonces pienso en mi amigo, el que está en Edimburgo, él es un ejemplo de aventura, de valentía, de querer cambiar porque su idea de disfrutar la vida está muy lejos de lo que pase por aquí, en el extrarradio este de Madrid. Entré en el lugar donde me esperaban, un antiguo pabellón de baloncesto con más historia que gloria, recién reformado y donde estaban entrenando unos chicos… sí, parecían profesionales. Iba a entrenar en el mismo sitio que un equipo ACB, todo un paso hacia algo desconocido. Me esperaban un par de entrenadores, alguno ya conocido, y una panda de críos de los cuáles el 80% me sacaban una cabeza o más, qué enormes joder. Volvieron los miedo, y le di al botón de ayuda que hay en mi móvil, ese al que cuando llamas nunca te dice nada pero te lo dice todo, quizá consiga que siempre llegues tú sólo a la mejor respuesta posible… son muy grandes pero saben muy poco me dijo, tienen lo mismo que aprender que los demás. Hoy lo sé, y lo disfruto. El cambio ha resultado estupendo.
Como decía antes, los cambios siempre dejan un vacío en nuestro interior. Abandonamos cosas conocidas, situaciones que controlamos y lugares que nos podríamos recorrer con los ojos cerrados, y avanzamos hacia lo inesperado. Desde el principio supe que mi cuerpo me pedía ese cambio de aires, me lo estaba pidiendo a gritos desde hacía mucho tiempo. Y ahora lo tengo tan claro que quiero que esto sirva de ejemplo para todo aquel que busque algo, y que no sepa lo que es… sólo podría solucionarlo cambiando. Pues bien, el hueco enorme que dejó ese cambio, lo he llenado y con creces, pero no con mi nuevo club de baloncesto. Ahora puedo diferenciar, y con el baloncesto como mediador entre mis deseos y mis obligaciones, lo que quiero ser, lo que quiero vivir, de lo que hago a parte en mi vida. Vemos el baloncesto como parte de nuestro sufrimiento, como parte de las cosas que a veces no te dejan dormir por las noches. Yo sólo quería que esto fuese por ilusión, nada más. ¿Y con qué he llenado el hueco? Con cosas que verdaderamente importan, con detalles, con sentimientos… con vida.
Para la gente que crea en esto del “Karma” u otras creencias divino-destinadas, contaré un par de anécdotas resumidas, que me han ocurrido últimamente. A veces el ritmo de vida que llevamos nos hace olvidarnos de lo que de verdad nos llena de alegría e ilusión. A veces tenemos un sueño y durante ese momento sabes que quieres luchar por conseguirlo, pero después se te olvida apartado por los continuos ir y venir de ningún lado de cada día. Yo tenía un par de sueños olvidados. Una vez, hacía mucho tiempo, soñé que quería vivir una experiencia ganadora en el baloncesto, de esas veces que con todo en contra tú sigues luchando y al final, lo consigues. Un domingo de no hace mucho tiempo me desperté de una pequeña siesta para ir a un partido, sin ninguna expectativa más allá de las normales. Y cuando llegué me encontré con la oportunidad de cumplir ese sueño. ¡Se me había olvidado! Y ahí lo tenía, esperándome sin que yo hubiera esperado encontrarlo allí aquel día. Entonces la vida te muestra uno de esos detalles por lo que merece la pena estar atento. Fue una tarde maravillosa, y me hubiese gustado compartirla con todo el mundo en aquel momento. La próxima vez que crea que puede pasar espero estar más atento antes.
La segunda anécdota es igual que la anterior, igual en contenido aunque no en forma. Una vez tuve un sueño, soñé que encontraba algo que me hacía feliz, soñé que encontraba algo por lo que luchar, y un día volví a soñar con ello, no hace mucho. Y gracias al impulso del cambio no me desperté y esperé a seguir soñando otro día, me levanté y busqué la forma de cumplirlo, y lo encontré.
Otra vez el baloncesto ha sido el medio para mí, y espero que lo siga siendo para muchos otros que lo disfruten como nosotros.