Una de las cuestiones que se plantea todo
entrenador de formación o mini es cómo afrontar la estructuración del grupo
desde un punto de vista deportivo, es decir, como ‘adoctrinar’ a sus jugadores
en términos de cooperación e interactuación grupal para que, en el momento de
cumplir el objetivo que el equipo se ha marcado, todo fluya a la perfección.
A diferencia de otros deportes, juegos o
actividades, los deportes de equipo
se caracterizan por el hándicap de tener que colaborar entre varias personas
para lograr un objetivo común. Evidentemente, esa dificultad añadida se ve
altamente compensada por el beneficio y la satisfacción que se obtiene al
conseguir cumplir un objetivo de forma común. Incluso el jugador o la persona
más individualista necesita de un apoyo grupal para saborear la gratificación
de un trabajo bien hecho.
La interacción y trabajo grupal es uno de los
mayores retos (sino el mayor) que el entrenador se plantea al dirigir a un
equipo. En este aspecto, no existe diferencia de sexo, edad o formación.
Resulta evidente que la ‘veteranía’ del jugador incide en el simple hecho de
que cuanto más tiempo haya estado realizando actividades de equipo, más fácil
será la compenetración y adaptación de éste con respecto a los objetivos que le
marcará el entrenador. No es lo mismo explicar lo que es un equipo y su
funcionamiento a un benjamín de primer año, que a un nacional con años de
experiencia, pero sí a un nacional que jamás ha trabajado en equipo (un gran
suponer).
Así pues, el entrenador maneja diferentes ideas
y métodos para lograr convertir a doce jugadores en un único equipo.
Uno de los recursos que probablemente más puede
ayudar es la idea de rol:
confeccionar el equipo en torno a unos jugadores que saben exactamente qué es
lo mejor para el resto y cómo pueden
aportar valor al engranaje que garantice el éxito.
Ahora la duda que se plantea es la siguiente:
¿debemos aplicar roles a un equipo de formación?
Definitivamente no. Y la principal razón que se
me ocurre es que un jugador mini no puede jamás tener una tarea determinada en
el juego, ya que está continuamente aprendiendo. No digo con esto que no se
puede continuar aprendiendo en categorías mayores, pero, es cuando se empiezan
a asignar posiciones de juego, cuando se comienzan a asignar roles más
determinados. Un niño de ocho años no puede jamás ser considerado pívot por ser
más alto o base por saber cambiar de mano por delante por debajo de las
rodillas. Básicamente porque en equipos
de formación no existen las posiciones en el campo, y, quien piense lo
contrario, se equivoca. Por supuesto que hay que enseñar táctica colectiva para
aprender a colocarse en el campo, pero no para fijar posiciones; me explico: se
debe de enseñar a una niña cómo colocarse para aprovechar al máximo las
posibilidades del equipo, en términos de conceptos básicos (no estar todos
juntos, posición balón-defensor, movimientos tras/antes de pase…).
Sin perdernos del tema; una vez llegados a la
conclusión de que asignar roles en categorías de formación es erróneo, pasamos
a la capitanía, la cual no deja de ser otro rol.
Por lo tanto, podríamos afirmar que, al no
aceptar roles en categorías inferiores, no se debería asignar a un capitán. No
obstante, en este caso específico, no estoy de acuerdo.
Reafirmando la idea que sostiene que un capitán asume un rol de líder, creo
que el papel del capitán siempre es bueno.
Un capitán por definición es, en primer lugar,
la extensión del equipo fuera del campo,
y, en segundo, la extensión del
entrenador dentro de éste. Un entrenador necesita un capitán del mismo modo
que lo necesita el equipo (siempre refiriéndome al equipo como al grupo de
jugadores, a pesar de que el equipo se compone de jugadores, cuerpo técnico, y,
en mini, padres).
Tan importante es el aprendizaje de técnica
individual en equipos de formación como el de precisamente eso, el de equipo. Un benjamín, en su primer año,
debería aprender qué es un equipo, para qué sirve, por qué está participando en
un deporte de equipo, y cuáles son no sólo sus ventajas y beneficios, sino sus
responsabilidades al formar parte de él.
Buena parte de sentirse miembro de un equipo es
asumir responsabilidades. Asumir que no piensas ni actúas para tu propio
beneficio, sino para el de muchos. Y que hay que tomar decisiones en grupo, formar consenso, hablar, participar, comentar
y preguntar, sobre todo preguntar. Cuestionarse el método de enseñanza, la
formación, la metodología del juego…
Es aquí donde el papel de capitán toma
verdadera relevancia. El capitán es aquél que transmitirá sus dudas al cuerpo
técnico, a los árbitros, al rival; aquél que consensuará con sus compañeros,
que hablará con cada uno de ellos, que creará grupo.
Evidentemente, es difícil esperar todo ese
trabajo por parte de una niña de 9 años, de hecho, no se le debe exigir ése rol
aún. Pero la figura debe existir, debe ser creada y explicada para que el
jugador sepa en qué consiste y para qué sirve, tanto como son explicados los
roles de entrenador, árbitro, rival…
Así pues,
¿para qué sirve realmente la figura de capitán en un benjamín?
Aparte de para firmar el acta de forma oficial,
para poco más. Pocas veces exigiremos a un capitán en benjamín algo más allá
que no sea dirigir un estiramiento, gritar el grito de guerra, o ser el primero
en las filas. Pero serán las semillas de lo que, en unos años, se convertirá en
una pieza clave en el equipo, en un equipo que ha aprendido el motivo de la
existencia de ésa figura, y que la respetará.
La tarea más difícil, sin duda, es elegir al capitán. ¿Cómo lo hacemos?,
acabamos de decir que en benjamín no existen roles, así, ¿cómo nos atrevemos a
asignar a una niña el rol de capitán? ¿acaso su personalidad no está en
continuo desarrollo de aprendizaje, como hemos dicho antes con el ejemplo de
los pívots y los bases? Quizás aquél niño que parece más agradable y abierto se
convierte en un futuro mal capitán, o peor, deja el equipo… ¿cuál es la técnica
para elegir un capitán?
Existen muchísimas características a valorar
para la buena elección de un capitán, que seguro que tendríais en cuenta para
vuestros equipos de mayores… pero, ¿para un enano?
Sintiéndolo mucho, creo que no existe una
fórmula mágica para decidir algo así… no sería justo elegir al más gracioso, o
al jugón, o al que mejor se porta…
porque, sencillamente, todos y cada uno están aprendiendo y desarrollando una
personalidad, tanto dentro como fuera de la cancha. No sería objetivo.
¿Mi consejo? Conoce a tu equipo. Descubre al
grupo de personitas que tienes delante y elige una manera justa de selección.
Quizás quieres consensuarlo con ellos, o quizás quieres repartir el rol, o
hacer un sorteo, o jugarlo a tiros libres… existen cientos de ideas… ¿la mía?
Yo he entrenado benjamines durante diez años y siempre he tenido un único
capitán… el más veterano, que no
viejo.
Javier Romero ha sido entrenador de categorías mini en el CB Coslada (Madrid). Actualmente vive en Berlín, donde juega en el TuS de Neukolln, y come en restaurantes en La Condesa.
Javier Romero ha sido entrenador de categorías mini en el CB Coslada (Madrid). Actualmente vive en Berlín, donde juega en el TuS de Neukolln, y come en restaurantes en La Condesa.